Hace unos días leí la nota titulada ‘Me pregunté por qué no hay negros en la Selección argentina’: el crudo relato de un canadiense que se volvió viral. “Tengo que escribir algo al respecto” pensé y me olvidé -esto de tener la mente en Rusia-. Después me volví a topar con la nota: me la mando un amigo. Intercambiamos algunos mensajes y se sorprendió de mi respuesta: ¡Sí hay negros en Argentina!
En enero pasado, el presidente afirmó que “en Sudamérica todos somos descendientes de europeos”. Desde Marcha Atrás respondimos los errores históricos que contenía esa afirmación y una de las temáticas que nombramos fue la fuerte invisibilización que pesa sobre la población afrodescendiente en el relato histórico argentino. Tan fuerte, que la asociamos a la extranjería. “¿De dónde será?”. Incluso, el pasado primero de mayo, el reconocido historiador Felipe Pigna afirmó en el programa de radio Perros de la calle que hay pocos negros en Argentina debido a la muerte de muchos en las guerras del siglo XIX y en la epidemia de fiebre amarilla de 1871 (porteña). Entonces la población afrodescendiente sería un recuerdo del pasado, la imagen pintoresca del acto de primaria de todos los 25 de mayo, en los que un niño o una niña (blanco/a) se pinta con corcho para interpretar a un vendedor de velas o a una lavandera.