viernes, 4 de septiembre de 2015

Orígenes del peronismo

El peronismo es intrínseco a nuestra identidad como argentinos. No importa cuanto lo nieguen, lo escondan o lo desestimen, nuestra historia a partir del 1945 fue en mayor o menor medida atravesada  por este movimiento de masas, tan caótico y complejo que no alcanzan los libros para entenderlo. 
Juan Domingo Perón asume
la titularidad de la secretaria de Trabajo y Previsión
Responder hoy en día qué es ser peronista es difícil. ¿Existe acaso un solo peronismo? ¿Es el peronismo un  sentimiento, una pertenecía de clase, un movimiento político? ¿Es el peronismo el partido justicialista? ¿Su candidato de turno? ¿Su historia? ¿Su continuidad temporal?
Como militante, como estudiante de historia y como peronista todavía no puedo terminar de responderme estas preguntas. Intentaré, sin embargo, revisar o mejor dicho pensar los orígenes de este gran movimiento y su relación con el movimiento obrero para empezar, no a entender, pero sí a desmenuzar el sentido de esta identidad colectiva que dividió aguas en el país desde sus inicios hasta el día de hoy.
Gino Germani
Una de las teorías más clásicas sobre el origen del peronismo fue propuesta por el sociólogo italiano Gino Germani. Dicho autor planteaba que el peronismo había nutrido sus filas de adherentes con la llegada de un nuevo contingente de trabajadores, sin antecedentes sindicales previos, inexpertos, provenientes de zonas rurales que se relacionarían con el líder carismático al ver en él una figura paternalista, comparable al patrón en el mundo rural. Según Germani este grupo de nuevos trabajadores construyó su relación con Perón desde lo emocional y práctico. Su interés  principal se basaba en la satisfacción de las demandas materiales inmediatas y relacionaban la posibilidad de obtener beneficios económicos y mejoras laborales por fuera de su capacidad movilizadora como clase social.  
Esta división entre nueva y vieja clase obrera, tuvo en la visión de Germani una carga claramente negativa. Sin embargo, esta distinción entre  nuevo  y viejo movimiento obrero fue tomada por los historiadores revisionistas, quienes modificaron dicha visión al plantear que los nuevos trabajadores, que iniciaron su vida sindical con el peronismo, fueron  una bocanada de aire fresco y puro que venía a poner en entredicho a la viciada burocracia sindical. Esta visión de la historia resalta la espontaneidad en la movilización del 17 de octubre y da prioridad a la relación directa entre los trabajadores y Perón.
El famoso libro
de Murmis y Portantiero
Discutiendo estas visiones es que aparece el libro “Estudio sobre los orígenes del peronismo” de Murmis y Portantiero.  Estos autores rechazan por completo la división entre nueva y  vieja clase trabajadora. Ellos ven en la década anterior al peronismo (1930 a 1940) un proceso de desarrollo industrial basado en la sustitución de importaciones. Este desarrollo económico no generó, sin embargo, una equitativa distribución de la riqueza.  En este proceso  encuentran un movimiento obrero unificado por el sufrimiento de una misma explotación capitalista que hacía oídos sordos a sus reclamos como clase social. Para Murmis y Portantiero el apoyo del movimiento obrero al peronismo se basaba en una decisión racional. Los trabajadores (sindicalizados o no sindicalizados) apoyaban a Perón porque éste aseguraba el éxito para alcanzar sus intereses de clase.
Una de las muchas imágenes del libro
"Una Nación libre justa y soberana"
A pesar de que esta teoría nos permite entender la racionalidad económica del movimiento obrero al elegir al peronismo, no nos explica la pasión política que dicho partido generó en los trabajadores.  Esta es precisamente la crítica que Juan Carlos Torre y Daniel James le hacen a Murmis y Portantiero. Para el primero de estos autores el proceso de ascenso de Perón al poder abre al movimiento obrero en su conjunto un proceso de democratización por vía autoritaria.
A su vez, Daniel  James plantea que fue en ese momento en el cual la clase trabajadora se constituyó como fuerza social. En este período se constituye una plena identidad política para el movimiento obrero el cual se transforma en motor de movilización social con acceso directo y privilegiado a las esferas de poder. Espacio que les había sido vedado hasta el momento por los gobiernos oligárquicos, fraudulentos y de facto.
El peronismo ayuda de esta forma a constituir de ahí en adelante lo que será la cultura obrera argentina. Hace esto al redefinir la categoría de ciudadanía, dado que reconoce al trabajador no como individuo sino como parte de un movimiento de clase, y a su vez, dignifica su identidad al constituirlo como actor principal de la vida política. Al mismo tiempo los trabajadores imponen un carácter netamente obrerista al futuro partido justicialista. Lo cual marcará la esencia del propio partido a lo largo de su historia. 
El apoyo al peronismo hoy en día sigue siendo conflictivo. Las pasiones (para bien y para mal) que han resurgido en los últimos años superan las explicaciones de racionalidad económica. La política y el peronismo en particular han despertado sentimientos nuevos, difíciles de explicar. Quizás tengamos que esperar a futuros sociólogos que nos digan por qué no se apaga tanto fuego.

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