viernes, 17 de agosto de 2018

Afroargentinos: lo negro es invisible

Hace unos días leí la nota titulada ‘Me pregunté por qué no hay negros en la Selección argentina’: el crudo relato de un canadiense que se volvió viral. “Tengo que escribir algo al respecto” pensé y me olvidé -esto de tener la mente en Rusia-. Después me volví a topar con la nota: me la mando un amigo. Intercambiamos algunos mensajes y se sorprendió de mi respuesta: ¡Sí hay negros en Argentina!
En enero pasado, el presidente afirmó que “en Sudamérica todos somos descendientes de europeos”. Desde Marcha Atrás respondimos los errores históricos que contenía esa afirmación y una de las temáticas que nombramos fue la fuerte invisibilización que pesa sobre la población afrodescendiente en el relato histórico argentino. Tan fuerte, que la asociamos a la extranjería. “¿De dónde será?”. Incluso, el pasado primero de mayo, el reconocido historiador Felipe Pigna afirmó en el programa de radio Perros de la calle que hay pocos negros en Argentina debido a la muerte de muchos en las guerras del siglo XIX y en la epidemia de fiebre amarilla de 1871 (porteña). Entonces la población afrodescendiente sería un recuerdo del pasado, la imagen pintoresca del acto de primaria de todos los 25 de mayo, en los que un niño o una niña (blanco/a) se pinta con corcho para interpretar a un vendedor de velas o a una lavandera.


Sin embargo, el censo de 2010 nos muestra que 149.493 personas se autorreconocieron como afrodescendientes. Esta cifra debe ser realmente mucho mayor. ¿Por qué? Porque el racismo es parte de la construcción histórica e identitaria argentina. El discurso sobre el pasado se ha construido en base a la exclusión de la población indígena y africana. Por lo tanto, muchas familias ocultan en el relato familiar la herencia africana. Los antepasados se convierten en un tema tabú, de eso no se habla. Particularmente, cuando se persigue un ascenso social y económico.
Los cálculos estiman que más de dos millones de los habitantes de Argentina tienen ascendencia de origen africano. Estamos hablando de uno/a de cada ocho argentinos/as. Las narices anchas, los labios gruesos, el pelo enrulado: constituyen pequeñas huellas de un pasado escondido. No obstante, la visión dominante sigue ofreciendo un panorama casi infranqueable de la "Argentina blanca", el país europeo enclavado en el sur del continente americano, Buenos Aires: la París sudamericana. Para disgusto de los racistas locales, esta visión no es tan dominante en todo el mundo, al menos en la millenial generación de los memes.

Dos ejemplos de invisibilización en el cine argentino. Primero, podemos comparar las representaciones de los soldados en "El santo de la espada" (1970) y "Revolución. El cruce de los Andes" (2010). Los resultados son sorprendentes. En la primera el ejército está compuesto solamente por actores blancos. Imposible romper con la mitología tradicional. Más afortunada y acertadamente, la segunda nos muestra un panorama diferente. El otro ejemplo es la célebre "Tango feroz", que narra la historia (discutida veracidad) de José Iglesias, alias Tanguito, uno de los creadores del rock en Argentina y coautor de "La balsa". ¿Cuál es el problema? El personaje de Tanguito fue interpretado por Fernán Mirás... poco representativo físicamente de Tanguito, pero definitivamente más comercializable.

El 8 de noviembre es el Día Nacional de los Afroargentinos y la Cultura Afro. Que sirva para difundir la contribución africana a la construcción de nuestro país, desde la resistencia a las invasiones inglesas hasta hoy. Que sirva para combatir el racismo. A nivel estructural e institucional: a las razzias policiales, a las trabas burocráticas, a la "cultura" escolar. A nivel personal e individual: a convivir en armonía en las diferencias. Porque somos iguales.

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