jueves, 8 de marzo de 2018

Cuerpos contemplados y examinados: la imagen de la mujer en la historia del arte

Durante siglos, las imágenes han sido centrales en nuestras vidas cotidianas: desde fines rituales o religiosos hasta anuncios publicitarios. Vivimos, casi sin ser consientes, en un mundo visual por excelencia. Muchas de las imágenes que hoy pasamos por alto nos interpelan y nos condicionan casi imperceptiblemente, producto de una larga configuración que se remonta siglos atrás. La imagen de la mujer ha ocupado, en los últimos tiempos, un lugar central para los investigadores que intentan comprender cómo se construyen los modos de ver de estas imágenes que nos rodean constantemente. Y en este sentido, resulta significativa la imagen de la mujer, porque estas han ocupado un lugar central en la historia del arte desde el renacimiento. Pero, ¿Qué lugar han ocupado? Ciertamente no el de artistas. Si examinamos cualquier libro sobre arte la mayoría de los artistas son hombres – y no porque no haya habido artistas mujeres, sino porque no han sido valoradas como tal–. Sin embargo, si volvemos a mirar los libros, notaremos que en la mayoría de las obras aparece la figura femenina. Así, podemos afirmar que el lugar de la mujer en el arte es el de la retratada. Pero ¿retratada cómo? Retratada desde la mirada de otro. Y ese otro es la mirada del hombre. Es decir, la mujer es representada desde la mirada masculina, mirada que nunca es inocente y que siempre lleva implícita una relación de poder. Este modo de ver a la mujer, que se ancla en el renacimiento y se extiende hasta nuestros días, está condicionado por toda una serie de hipótesis o suposiciones aprendidas sobre el arte y la cultura en general. Intentemos develar cuales son estos conceptos analizando un género artístico en concreto: el desnudo. Comparemos un desnudo masculino y otro femenino del periodo renacentista e intentemos ver como se configura cada imagen.
El David de Miguel Ángel es uno de las obras más famosas del artista, y no solo por su calidad artística y su perfección anatómica sino también porque encarna el ideal de lo masculino: el representado como lo que es capaz de hacer o de hacerte. La imagen encierra un poder latente de lo masculino. La potencialidad del poder y del triunfo están en el David: Miguel Ángel ha elegido el momento previo a enfrentarse con Goliat. Ya no necesita poner al sujeto en acción. Su figura está en una posición de reposo, pero aun así sus músculos están totalmente tensionados. Su rostro, con el cejo fruncido, expresa su fuerza. Mira hacia lo alto, a lo que va a suceder. El poder de su acción emana de la figura, de lo que puede hacer. Representa lo masculino.

                       

Ahora bien, observemos un desnudo femenino:



Giorgione ha representado a la mujer en un paisaje de ondulantes colinas que armonizan con las suaves curvas de su figura. A diferencia de otros desnudos femeninos, la tela no cubre su cuerpo, sino que ha sido colocada junto a la Venus, como un signo de un cuerpo que ha sido revelado. La Venus está dormida, su cuerpo totalmente relajado. El arista ha elegido una posición en donde es posible apreciar todo su cuerpo, incluso ha colocado su brazo por detrás de su cabeza no solo con el fin de mostrar mejor su figura, sino también en una actitud despreocupada y relajada. Así, el cuerpo de la mujer expresa lo que se le puede hacer y lo que no. La mujer aparece para ser examinada y contemplada por otro. Por un espectador que se define en esencia como masculino. El hombre como representado o como espectador siempre es el que actúa, el que lleva a cabo la acción, mientras que la mujer espera y acepta esta contemplación.
Es evidente, como la sexualidad en estas dos obras se expresa de formas disimiles. Por lo general el desnudo masculino expresa una sexualidad que pone énfasis en el poder, mientras que el femenino se centra en la sumisión. Por este motivo, los desnudos femeninos ubican generalemnte su cuerpo de forma frontal y miran hacia el exterior del cuadro, buscando al amante- espectador. La obra Baco, Ceceres y Cupido de Von Aacchen expresa muy bien esta idea. Baco mira el cuerpo desnudo de Ceceres, mientras que ella, a pesar de estar de espalda, rota su cabeza y mira hacia el afuera de la obra, en busca de su espectador. Más aún, el hecho de que su figura sea la que recibe más luz como también la que está representada en mayor completitud, la colocan en una centralidad digna de mayor contemplación. Lo que importa no es la sexualidad femenina, sino la masculina.


Baco, Ceceres y Cupido de Von Aacchen, ca 1600. 

Esta misma idea puede verse también en obras como "Susana y los ancianos de Tintorreto", cuando la mujer se mira al espejo (símbolo que se ha convertido en la vanidad de la mujer). Es decir, la mujer no solo debe ser contemplada por el hombre sino también por ella misma, y debe por ende examinarse continuamente para ser digna de contemplación. Ella misma debe convertirse y reconocerse como un espectáculo. Así, se le ha enseñado a la mujer a juzgarse constantemente y a objetivarse según los parámetros en la que nos ven los hombres. Existen pues ciertos parámetros socialmente construidos desde las imágenes de cómo ser mujer que han sido reproducidos y estandarizados a lo largo del tiempo. Muchas de estas imágenes son las que consideramos en la actualidad como grandes obras de arte.


La Gran odalisca, Ingres, 1814 Museo Nacional del Prado.

Olympia, Manet 1863. 


El gran desnudo, Modigliani, 1917.

Sin ir más lejos, la imagen de la mujer gestada en el renacimiento perdura en nuestra cultura visual. Tan solo debemos prestar atención a las imágenes de publicidades para ver como se mantienen los criterios y convenciones que rigen a la mujeres. El análisis que realizamos con el David de Miguel Ángel, con la Venus dormida de Giorgione y con Baco, Ceceres y Cupido de Von Aacchen es completamente compatible con las siguientes imágenes publicitarias.


La publicidad sigue manteniendo y reproduciendo las mismas formas que expresan a la mujer como objeto de sexualidad masculina, sumergiéndola en la sumisión y la contemplación. Pero entonces ¿es posible que la mujer muestre su cuerpo desnudo sin evocar a la larga tradición que nos interpela? Si, siempre y cuando evoquen a su propia sexualidad femenina. En los últimos decenios, el género de desnudo femenino ha perdido fuerza entre los artistas. Pero también han irrumpido muchas mujeres que realizan obras en donde ponen en juego su propio cuerpo desnudo, ya sea con fines estéticos o políticos en busca de la liberación del cuerpo femenino. Como momento significativo, en el año 1975 , Año Internacional de la Mujer declarado por la ONU, se celebró en México la primera conferencia mundial de artistas mujeres. Hecho significativo en torno al cual las mujeres expresaron a través de obras y conferencias preguntas sobre el cuerpo, la sexualidad, el amor, los sentimientos, la posición dominante o dominada, la relación feminismo-política, la indagación sobre la existencia de un lenguaje artístico propiamente femenino o la construcción de una historia del arte alternativa. 
La imagen de la mujer debe reformularse por las mismas mujeres, generando nuevos criterios que rompan con la imagen objetual contemplativa digna de admiración de la mujer.


María Evelia Mormolejo.

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