viernes, 8 de abril de 2011

Presente en la memoria

Claramente, la última dictadura cívico militar da mucho para hablar. Sin embargo, es un tema escabroso para tratar. A la hora de pensar el tema, muchas veces se entremezclan varias sensaciones, generalmente no las útiles para un investigador o un científico.
La lejanía al hablar de la crisis del siglo XIV en Europa, cuando murieron alrededor de 5 millones de personas, es hace que mucho más fácil de abordarla que un proceso que nos toca de cerca. No por nada, esto es un problema muy importante para los historiadores que hacen lo que denominaríamos “historia reciente”. El debate sobre cuál es el papel de un investigador en el análisis del pasado cercano y casi “vivo”, es todavía actual y de hecho hay posiciones opuestas entre los historiadores. El papel de un historiador, frente a lo que, por ejemplo, puede hacer un periodista, tiene que ser delimitado y diferenciado.
Volviendo a lo que nos compete, la dictadura cívico militar todavía esta viva entre nosotros. Es motivo de debates, discusiones y, sobre todo, cuestiones vinculadas con la justicia. Claramente, el trabajo de la investigación sobre el período está mucho más que abordado sólo por historiadores. De hecho, éstos son los menos. La diferencia, quizás, es la mirada. Por ejemplo, el trabajo de Verbitsky sobre los llamados “vuelos de la muerte” (“El Vuelo” de 1991) se trata de uno de los más reveladores e importantes trabajos de investigación sobre el período. Sin embargo, un historiador puede tomar estos hechos investigados y ponerlos en un panorama más amplio desde la disciplina. Se pueden hacer análisis comparativos y, sobre todo, en cronología y su respectiva temporalidad. Después de todo, la dictadura es un proceso histórico y, como tal, tiene sus razones y explicaciones en este ámbito. Sin embargo, también cuando leemos trabajos como “La voluntad” y sus cinco tomos sobre el análisis de la militancia durante los ‘70, vemos como esta división entre periodismo de investigación e historia es tan difusa que es poco interesante pensar en esto y resulta mejor disfrutar la riqueza de estos trabajos.
Este tipo de debates no son únicos en el país. Desde los ‘70 en adelante, la visión del historiador fue cambiando y adoptó nuevos objetivos. La denominada historia del tiempo presente, en donde estos debates y funciones se enmarcarían, es parte de estos cambios. Generalmente, estas investigaciones tienen que ver con hechos traumáticos, vinculados a los lugares de origen de las academias. La Segunda Guerra Mundial, la guerra de Vietnam o las dictaduras americanas entre muchos otros, fueron los focos de estudio principales. Es por eso lo interesante que puede ser ver el tipo de enfoque que cada autor lleva a las múltiples obras sobre, en particular, la última dictadura cívico militar. Será una época para juzgar, para recordar, pero también queda espacio para tratar de entender que sucedió, principalmente para evitar que vuelva a pasar.
Hablamos de la memoria, justamente, como también otra de las formas de la investigación reciente de la historiografía. La memoria es la visión del pasado por parte de un individuo, pero también lo puede ser por parte de una sociedad, y, entonces, también es objeto de estudios de ciencias sociales. Después de todo, el uso de la memoria colectiva y, muchas veces, su contracción y manipulación, no dejan se ser cuestiones motores de los manejos desde el poder.
Como rápido ejemplo, podemos ver como el uso de la memoria por parte del Estado argentino puede ser muy interesantemente analizado. Desde la apertura democrática, varias cuestiones fueron puntos claves basadas en como aparece la memoria de la sociedad frente a estos hechos. En una primera instancia, el Juicio a las Juntas y la creación de la CONADEP ayudaron a crear rápidamente una visión muy diferente de esta dictadura frente a las demás. Sin duda, ayudó a verla como realmente criminal. Sin embargo, desde el mismo prólogo del “Nunca Más”, también aparecía otra forma de recordar este evento. Ernesto Sábato se desfilaba con lo que seria el germen de la denominada “Teoría de los dos demonios”. Para un estudio sobre la memoria, el articulo en sí importa poco; más bien lo interesante es la necesidad de esta teoría para la facilidad de comprensión de ciertos grupos sociales. Lo mismo sucedió cuando el mismo gobierno de Alfonsín dictó las leyes de Obediencia debida y Punto final. Ambas leyes querían acabar con el debate. Básicamente, pretendían implementar que el pasado terminaba en ese momento. Con los indultos de Menem fue cuando la forma de ver el pasado con la necesidad de un “consenso” tuvo su máxima expresión. Dejar impunes a los máximos criminales estaba vestido de “dejar el pasado atrás”: la memoria estaba entonces distante, “muerta”. La dictadura, equivalente a la "peste negra", de la crisis antes mencionada.
Tapa de Página/12 el día después del indulto de Menem a los militares.
Llegando al actual siglo, se vuelve muy interesante el uso político de la memoria. Sin entrar a juzgar si se tratan de medidas sinceras u oportunistas, las implementaciones de políticas de Estado variadas en base a los Derechos Humanos, trajo un rédito político a los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Mostrando como los manejos anteriores no fueron realmente influyentes a la hora del control de la memoria general. Más bien sólo conformaron a algunas facciones, mientras que intentaron acallar a otras que seguían poniendo lo actual, lo aún vivo de esta dictadura.
Así, es como repasamos que tipos de análisis se pueden hacer desde la historiografía, con respecto a momentos tan especiales en el pasado de nuestro país. Un pasado del que todavía se tiene memoria, que realmente todavía es “presente”. Entonces, no vamos a negar que sean razonamientos un tanto fríos y que no dejen de ser tan parciales como otras. Pero justamente son la porción de entendimiento que nos sirve para completar una visión de uno de los hechos más traumáticos y terribles de nuestra historia.

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