domingo, 27 de marzo de 2011

La previa del Golpe del '76 (Parte uno: 1955-1966)

El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 es el último capítulo -y el más sanguinario- dentro de una escalada de violencia desarrollada durante los veinte años previos a éste. El derrocamiento de Juan Domingo Perón el 16 de septiembre de 1955 abrió una nueva etapa en la historia argentina, caracterizada por la proscripción del Partido Justicialista y la sucesión de diferentes gobiernos militares con frágiles gobiernos democráticos. En este artículo examinaremos estos años previos para encontrar en la situación histórica, razones para entender por qué hubo una dictadura de estas características. Como es un análisis extenso vamos a publicar el artículo en dos partes: la primera analiza desde 1955 hasta 1966, y la segunda desde la "Revolución Argentina" del '66 para concluir, finalmente, con el golpe del '76.
Durante la autoproclamada "Revolución Libertadora" (que venía a "liberar" al pueblo del yugo del "tirano") de 1955 se intentó desperonizar a la sociedad, apelando no sólo a la proscripción, sino también a la prohibición de nombrar cualquier palabra relacionada con el peronismo o la exhibición de símbolos pertenecientes a este movimiento. El General Eduardo Lonardi, primer presidente de esta dictadura, tenía una postura moderada respecto del peronismo, en comparación con otros sectores golpistas, por ejemplo, la Marina. Él proponía un peronismo sin Perón, es decir, mantener un modelo mercado internista, proyecto opuesto a los intereses liberales.

Rápidamente, Lonardi fue reemplazado por Pedro Eugenio Aramburu, que sí llevó adelante los objetivos más extremos de la "Libertadora": derogó la Constitución del '49 (a excepción del artículo 14 bis), intervino sindicatos, etc. Sin embargo, los intentos de desperonizar la sociedad argentina no iban a tener éxito.
En junio de 1956, se produjo un levantamiento de militares y civiles, comandado por Juan José Valle, que fue reprimido fuertemente. Los fusilamientos ilegales serían investigados y relatados por Rodolfo Walsh en el célebre libro Operación masacre. La violencia física y simbólica del gobierno de Aramburu, lejos de "disciplinar" a la sociedad, podemos llegar a pensarla como un embrión de la posterior violencia, tanto como un momento fundante del Terrorismo de Estado, así como una "espina clavada" para el peronismo; siendo justamente Aramburu la primera víctima de Montoneros (fue secuestrado y condenado como traidor a la patria en un juicio revolucionario).
Pintada de resistencia frente a la "Libertadora" y la complicidad de EEUU y la URSS.
Este gobierno de facto no estaría planteado como un gobierno permanente sino como una transición a otro, con el simple objetivo de apartar al peronismo del poder. Con el peronismo proscripto, en 1958 se presentó la Unión Cívica Radical dividida en dos: UCR del Pueblo y UCR Intransigente. Arturo Frondizi se impuso en las elecciones al conseguir el apoyo de Perón, prometiendo, entre otras cosas, levantar la proscripción. Frondizi intentó llevar adelante un modelo desarrollista, pero a partir de la llegada de capitales extranjeros. En las elecciones de 1962 ganaron candidatos peronistas, lo que significó una nueva intervención de las Fuerzas Armadas, el fin del gobierno de Frondizi y su reemplazo por José María Guido, presidente del Senado y títere de los militares. Pero éstos, con cada vez más incidencia en la vida política del país, se encontraban divididos en dos bandos: los colorados, firmes en mantener la exclusión del peronismo, y los azules, que planteaban la integración de los sectores peronistas. Esta última opción no iba a desarrollarse y los resultados de las elecciones de 1963 reflejaron la debilidad del electo presidente radical Arturo Illia, ya que el peronismo votó en blanco, siguiendo las instrucciones de Perón.
Frondizi recibe el bastón de manos de Aramburu.
La desperonización no sólo fracasó, sino que durante estos años -conocidos como la resistencia peronista- se reforzaron los lazos de pertenencia popular al movimiento. Ante la ausencia del líder, fue la lucha autónoma de las bases la que buscó el regreso del General; mientras que la burocracia sindical, como Vandor, intentó acumular poder, aprovechándose del lugar vacante dejado por Perón y negociando con los políticos de turno. Este fenómeno de resignificación de la identidad peronista incluyó también a un sector anteriormente antiperonista: las clases medias, en especial, los estudiantes. La influencia de la Revolución Cubana, la democracia limitada y el rechazo a políticas imperialistas y antilaicas de Frondizi ayudaron a que estos sectores revaloricen la experiencia peronista.
El gobierno de Illia, a diferencia del de Frondizi, tuvo un mayor énfasis en el mercado interno y la industria y ciencia nacionales, limitando la llegada de capitales extranjeros. Pero sus apoyos eran débiles: no contaba con el visto bueno de las Fuerzas Armadas ni de empresarios ni de obreros. A esto se le sumó una feroz crítica desde los medios de comunicación, mostrándolo como "comunista" por nacionalizar y estatizar industrias y como un "viejo, lento". Asimismo, el periodismo impuso la figura del General Juan Carlos Onganía, ya digitado como el sucesor de Illia.
El sociólogo Juan Carlos Portantiero utilizó el concepto de "empate hegemónico" para referirse a una situación en la que ningún sector social puede ejercer una hegemonía, una dominación por sobre las demás. Él afirma que a partir de 1955 se da una situación de empate hegemónico. La "Revolución Argentina" del '66 intentaría desempatar la situación a favor de los capitales extranjeros. Pero eso lo veremos en la segunda parte.

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