jueves, 30 de enero de 2014

Alejandro Magno, hombre de su tiempo (y del nuestro)

Mosaico en la Casa de Fauno de Pompeya
Abril del 331 a.C.: Alejandro III rey de Macedonia, más conocido con el apodo de “Magno”, regresa ileso de su travesía por las arenas del desierto de Libia luego de consultar al oráculo del dios egipcio Amón, el dios Zeus para los griegos, para saber si el dios le daba su aprobación para seguir su guerra contra los persas. También otro gran objetivo de este peligroso viaje desértico era que los sacerdotes egipcios lo reconozcan como Faraón de Egipto, una región recientemente conquistada al gran Imperio Persa de Darío III, imperio que abarcaba un territorio de proporciones tan gigantescas que se extendía entre las costas del Mar Mediterráneo hasta los confines de la India y el sur de la Rusia actual. Egipto era una de las regiones más importantes en su travesía expansionista por el corazón de Persia, ya que como escribía uno de los biógrafos de Alejandro, las tierras del Valle del río Nilo eran las más ricas del mundo antiguo y tanto él como su ejército de griegos y macedonios estaba hambriento y sediento de botín.
Saciar el hambre y la sed económica son las necesidades de cualquier ser humano, antiguo o moderno, y por algo será que siempre los territorios más devastados por la guerra y la miserias del hombre son los que poseen el mayor potencial económico. Sin ir más lejos, piensen hoy en día en Medio Oriente o bien, en nuestra propia historia latinoamericana, el caso del Paraguay del Dr. Francia o la destrucción de las economías del Interior argentino en la época de Mitre y Roca, sin contar la desmatelación de la industria nacional con el nefasto menemismo.
Alejandro Magno fue un hijo del hombre, y como tal, tenía la misma hambre de poder que cualquier persona de la actualidad, ¿o acaso usted no quiere triunfar en la vida, aún a sabiendas de que ocupa el lugar que también otro podría llegar a hacerlo con sus mismas capacidades?
Huida de Darío III en un relieve inspirado en una pintura de Charles Le Brunar
El más grande general de la historia, no fue ajeno a estos pensamientos, pero también fue un hijo de su tiempo y en él las maravillas y el progreso se encontraban en el Oriente persa, fuente ilimitada de oro y riquezas. Al asumir al trono de Macedonia en el 336 a.C con solo 20 años, y después del trágico asesinato de su padre, decidió y logró unir a todos los griegos en una cruzada militar por la liberación del yugo persa de todo el mundo griego por una vez y para siempre. Egipto y sus maravillas en forma de pirámides y esfinges fueron solo un paso hacia la meta y en anhelo que todo hombre posee en algún lugar recóndito de su interior: la grandeza.
Pero lo que es más importante aún, Alejandro Magno es una de esas pocas y raras personas a lo largo de la historia que pudo lograrlo y convertirse en un modelo de la grandeza del Hombre.

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