martes, 6 de agosto de 2013

Ilustrando la ilustración 2: La república de las letras

Árbol del conocimiento de L'Encyclopédie
ou Dictionnaire raisonné
des sciences, des arts et des métiers
En posteos anteriores habíamos hablado un poco de este período tan especial que es la ilustración. Vimos todos los debates sobre ella, y las nuevas ideas sobre este periodo tan interesante. Ya sobre el final veíamos que estas visiones proponían nuevas formas de ver a este momento, un poco alejado de los grandes autores solamente. 
Bueno, como comiéndonos nuestras palabras, empezaremos a hablar sobre estos “hombres de letras”. Pero a quedarse tranquilos, que no vamos a estar hablando sobre las diferencias teóricas entre Voltaire, Jonathan Swift y Rousseau. No, en lo que va a venir a continuación vamos a ver donde pensaban discutían y como vivían estos hombres tan importantes. 

Lo primero a ver es que si existió un cambio importante en los hombres de letras durante el Siglo XVIII, es que se ganaron un nuevo nombre y con ello una mochila muy grande: “los intelectuales”. Intelectual significa mucho mas que un hombre que sabe mucho, desde esta primera forma de nombrarlos ya se planteaba un nuevo trabajo, el cambiar la sociedad. Estos intelectuales no solo estudiaban por el placer del conocimiento si no que se auto-planteaban la necesidad de que la Razón cambie al mundo. Con esta importante tarea a cuestas, este hombre de letras se proponía obligatoriamente a tener una vinculación con los que pudieran ayudar a cambiar al mundo. Es así como la ilustración estará siempre vinculada con la monarquía. Claro que aunque muchas veces la monarquía recibió más palos de los que hubiera querido, la mayoría de los hombres de letras apreciaban a un buen monarca ilustrado hábil para lograr este cambio desde “arriba”. Claro que esta vinculación traía sus buenas ventajas a los hombres mas importantes de esta intelectualidad. Voltaire entre otros siempre afirmaron que la mejor forma de la que un hombre de letras podía vivir era con un mecenazgo Real. En otras palabras, que la monarquía les pague por escribir. 
Retrato de Joseph d`Hémery
Pero la cosa no es tan sencilla, los ilustrados podían ser hombres muy peligrosos para un poder establecido. Es por eso que la monarquía, especialmente la francesa, siempre miro con desconfianza a estos hombres. No por nada tenían a un agente de policía especialmente destinado a seguir y controlar los movimientos y las estadísticas de los hombres de letras de toda Francia: Joseph d`Hémery. Además de la posibilidad siempre latente de la censura que resultó siempre un arma muy efectiva en Francia aunque en otros países como Inglaterra ya no existiera. Con este tire y afloje no es raro que muchos de los exponentes letrados de Francia se hayan volcado hacia el mecenazgo de otros hombres europeos como Federico II de Prusia que alojaba a Voltaire. 
"Pamela" 
de Samuel Richardson
Pero lo interesante de esta época es que este mecenazgo no era la única forma de sobrevivir. Si preguntabas a cualquier parisino medio por Jean-Jacques Rousseau, probablemente no hubieran respondido por “el contrato social. Estos hipotéticos transeúntes hubieran dicho “claro, el escritor de la Nouvelle Héloïse”. Es que este famoso filósofo era mucho más reconocido por su novela epistolar romántica que por sus teorías políticas. Esto se daba porque nos encontramos en una época en donde la industria editorial estaba en un auge increíble. Muchos autores se ganaban la vida publicando novelas parodias y a veces libros teóricos. Samuel Richardson con su novela “Pamela” y Rousseau son solo algunos ejemplos. 
Pero además de ganar plata, los intelectuales pasaban su tiempo principalmente discutiendo. Estas discusiones no eran violentas ni mucho menos (salvo entre Rousseau y Voltaire que su odio irracional les nublaba la vista), si no que se daban en marcos bien definidos: los clubes o las reuniones sociales. Estas reuniones tenían una ritualidad muy 
Representación de una reunión social "ilustrada"
particular en donde generalmente la mujer tenia cierto protagonismo moderando las charlas y discusiones. También es importante aclarar que si bien la capital de esta "república de las letras" era París, tanto clubes como reuniones sociales se daban comúnmente en toda Europa. El clima de debate era tan rico que no solo las discusiones podían ser a varios kilómetros de distancia por carta, si no que la misma forma de escribir era abierta a posibles contestaciones. Ya nombramos a Richardson y su novela famosa. En esta se incentivaba al lector a escribir sus propios finales y continuaciones como si el clima de debate nunca se acababa. 
Así vemos como la ilustración tuvo un protagonismo no solo como pensamientos brillantes si no también como formas de pensar. La ilustración fue como periodo un gran momento de movimientos entre intelectuales, debates e intentos de cambiar el mundo. En cierta forma lo lograron. 

La distribución de los intelectuales en Francia hacia 1730:


Ver más en: 

Chartier, Roger. El hombre de letras. [ed.] Michel Vovelle . El hombre de la Ilustración. Madrid : Alianza, 1993, págs. 153-195. 

Chartier, Roger. Inscribir y borrar: cultura escrita y literatura (siglos XI-XVIII). Buenos Aires : Katz, 2006.

Darnton, Robert. La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. Mexico D.F. : Fondo de Cultura Económica, 2009.


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