martes, 1 de julio de 2014

Las botas entre los botines: El Mundial del ´78

Passarella con la Copa del Mundo
Siempre hay momentos en nuestras vidas que podemos identificar con la felicidad. Decir que el fútbol puede ser una de ellas no es poca cosa. ¿Quién se atrevería a negar la popularidad y el cariño que le tiene el argentino al fútbol? Ese sentimiento inexplicable, ese segundo demasiado extenso cuando la pelota cruza la línea del arco y se reacciona automáticamente con alegría o una extensa puteada. Por donde se lo mire, eso es el fútbol, una pasión. Pero también debemos mirar más allá de nuestros sentimientos y de lo inmediato, y preguntarnos ¿existe algo oculto detrás del fútbol? Y en caso de que sea así ¿por qué es necesario ocultarlo? Tomemos el ejemplo argentino.
El 24 de marzo de 1976 un golpe de Estado derroca al siniestro e impopular gobierno de Isabelita Martínez (la viuda de Perón).
Ahora el poder descansa en una Junta Militar encabeza por Rafael Videla (Ejército), Massera (Marina) y Agosti (Aeronáutica). En este sentido, el golpe de Estado fue ideado para aplicar una serie de medidas económicas y sociales de ajuste. Dichos ajustes que siempre fueron hacia la clase trabajadora. Se necesitaron varios cómplices para lograrlo, por un lado los grupos empresariales industriales, los terratenientes, y por supuesto, la represión policial y militar. No resulta casual, como señala el libro “Nunca Más”, que más del 30% de las asesinatos cometidos durante la dictadura hayan sido contra obreros industriales. El objetivo fue debilitar al movimiento obrero y quitarle varias de sus conquistas históricas. Pero, ¿cómo tapar esta carnicería? ¿Cómo convencer al pueblo de que este es el “buen camino”?
Pintada de protesta de protesta 
Fue en el fútbol donde los militares pusieron sus miradas, no sólo por todo lo que significaba para los argentinos. Además, Argentina era sede del Mundial 1978. Por un lado, la dictadura hacía lo que le había indicado la empresa estadounidense a la que consultó para limpiar su imagen y tener buena publicidad. Frente a las denuncias internacionales por la violación de los Derechos Humanos, los militares apelaban a la palabra “paz” todas las veces que fuera posible en sus discursos. Además se trató de convencer a todo momento sobre la importancia de apoyar a la selección y ser parte del mundial, tal como decía el slogan del momento “Veinte millones de argentinos jugaremos el mundial”. El que estaba con el mundial estaba con su nación. El que no, era un antipatria, como se bautizaba a aquellos que cuestionaban el presente del país. Por otra parte, se gastaron 520 millones de dólares para la realización del mundial, que fue un monto diez veces superior al previsto inicialmente. Gran parte del sobre-precio, fue producto de la amplia corrupción de la gestión y de las empresas contratadas para realizar las obras de construcción.
Se buscó tapar todo con miles de banderitas y papelitos picados, o sea con demagogia pura. Lamentablemente, tuvo el resultado buscado y la Argentina campeón del ´78 anestesió en gran parte la conciencia política y social del país. Lo que nos interesa reflexionar acá, es el desafío que tiene todo pueblo para alcanzar sus verdaderos intereses y no dejarse seducir por propuestas superficiales y de felicidad simplista, que siempre resultan siendo primero una tragedia y luego una farsa.

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