lunes, 9 de julio de 2012

Revisionismo, ochenta años de polémica

Hace ya unos meses, una noticia sacudió el mundo de la historiografía. Ya hablamos de lo que era la historiografía y además vimos que con ella hay fuertes implicaciones ideológicas. Casi como probando esto, el decreto número 1880/2011, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, creó el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego. Con ello demostró que el estudio de la historia y el posicionamiento ante ella era un hecho de Estado. Esto resultó en una cantidad de discusiones dentro y fuera del mundo de la "historia" como disciplina en favor y en contra de este instituto. 
Artículo de "La Nación".
Antes de adentrarnos en la discusión, hay que entender qué es el revisionismo. Es, ni más ni menos una corriente historiográfica argentina, o sea una de las formas dominantes de ver la historia. Justamente se trata de solo una entre varias que existieron, con menor o mayor importancia en varios aspectos. Para nombrar simplificadamente las corrientes podríamos identificar cronológicamente las siguientes: Liberalismo-mitrista, positivismo, “nueva escuela de historia argentina”, revisionismo y la denominada “renovación historiográfica”. Todas tienen puntos en común con algunas de sus pares y varios puntos sumamente conflictivos. Sin embargo, el revisionismo es el que abre este riquísimo debate así que lo explicaremos más en detalle.
La principal característica del revisionismo es la oposición a la “historia oficial”, entendida en el caso argentino como la historia liberal mitrista difundida por el Estado a través del aparato escolar primario. La historia oficial exalta determinados próceres (y sólo algunos de sus valores) que encarnan el ideario liberal. Por el contrario, el revisionismo reivindica a los caudillos olvidados, sobre todo al “tirano” Juan Manuel de Rosas. Cuando hablamos de “revisionistas”, nos referimos a características generales de un grupo heterogéneo de autores, que discutieron entre sí.
Juan Manuel de Rosas.
Podemos rastrear el nacimiento de una corriente revisionista en los años treinta. Principalmente estos intelectuales pregonaban ideas católicas y nacionalistas, muchos de ellos estaban influidos también por las ideas fascistas de la Italia de Mussolini. Es a partir de la simpatía por un gobierno fuerte que centran sus estudios en la figura de Rosas. Los principales protagonistas de esta etapa naciente del revisionismo son Carlos Ibarguren, Ernesto Palacio y los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta. Antes del revisionismo propiamente dicho de los años treinta, historiadores, como Adolfo Saldías y Ernesto Quesada, habían hecho una lectura positiva de la figura de Rosas. Por eso, los revisionistas los toman como sus predecesores, aunque provengan de una ideología liberal. Es el nacionalismo la gran característica común de esta corriente. 
En el imaginario popular asociamos revisionismo a peronismo, pero el gobierno peronista iba a mantener una relación compleja respecto al revisionismo. Por ejemplo, si vemos los nombres de los ferrocarriles nacionalizados por Perón: Roca, Sarmiento, Mitre y Urquiza, son todos próceres del panteón liberal-mitrista, puestos en discusión justamente por los revisionistas. También tenemos la frase atribuida a Eva Perón: “No nos peleamos por el pasado, sino por el presente”. Sin embargo, después de la “Revolución Libertadora” (la Fusiladora) comienza una progresiva convergencia entre peronismo y revisionismo. 
La “Revolución Libertadora” desarrolló su propia “historiografía” y busco insertarse en la tradición liberal que ligaba a las anteriores “liberaciones”: la Revolución de Mayo y la Batalla de Caseros. A esta tríada Mayo-Caseros-Revolución Libertadora, el revisionismo le respondería con la identificación del líder justicialista con las dos figuras destacadas por esta corriente: así nacería el San Martín-Rosas-Perón. La identificación con Rosas se efectúa también desde la visión liberal acerca de Perón, que representaría la “segunda tiranía”. El peronismo se apropia de esta visión negativa y la resignifica, identificándose con San Martín y con el mismo Rosas, bajo una premisa que los igualaría: la lucha por la soberanía nacional. 
En esta etapa los historiadores José María Rosa y Fermín Chávez obtienen una gran popularidad gracias a esta apropiación del revisionismo por parte del peronismo. Además surge un derivado: la “izquierda nacional”, con figuras como Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Ortega Peña y el recientemente fallecido Eduardo Luis Duhalde. En esta etapa más “combativa” no sólo se retoma a Rosas, sino que obtienen centralidad los caudillos federales posteriores, responsables de levantamientos en el Interior: Chacho Peñaloza y Felipe Varela.
Desde la NEHA (nueva escuela de historia argentina), hicieron una impugnación al revisionismo, no desde el plano político sino desde el planteo de la “profesionalización de la historia”. Lejos de proponer teorías de interpretación nueva, la NEHA, aportó la necesidad de una metodología para funcionar como historiador y la necesidad de generar un ámbito para eso. La política no les parecía el mejor. 
Resumiendo, en estos años de fuerte disputa política, la misma aparecía en todos los ámbitos. La historia no podía estar fuera. El revisionismo le discutía a la visión mitrista sus próceres, acusándolos de poco patriotas y traidores, la NEHA, le discutía a los primeros su “profesionalismo” y el revisionismo les contestará con la inutilidad de hacer una historia profesional encerrada en sí misma. 
En este contexto después de la dictadura militar, una nueva corriente de autores aparecerá en el debate, directamente herederos de una modernización universitaria anterior. Con un revisionismo ya muy debilitado y una NEHA prácticamente muerta, empezará a poner el debate en cuestiones que las otras corrientes no habían hecho: la duda de si existió una nacionalidad previa a Mitre, la real importancia de las “grandes figuras” y otras cuestiones iban de la mano de estos autores (Halperín Donghi, Chiaramonte, etc.). Estas corrientes claramente venían a traer corrientes internacionales como lo eran Annales (que ya explicamos en el posteo nombrado) y el llamado "Marxismo Británico". 
Pacho O'Donnell en TN.
Luego de la dictadura, la producción revisionista disminuyó. Sólo hubo una leve actividad durante el menemato (el riojano que buscaba un parecido fijo con el caudillo Facundo Quiroga) respecto a la repatriación de los restos de Rosas y la construcción de un monumento, pero el revisionismo quedó relegado en su instituto clave ("Instituto Rosas"), muy lejos del debate público, que lo había caracterizado. 
Hasta que en noviembre del año pasado estalló nuevamente una polémica, con viejos argumentos muchas veces discutidos. El revisionismo reaparece con autores mucho menores en cuanto a sus propuestas, pero con una crítica que la renovación nombrada (que ya tiene otros autores mucho más jóvenes) todavía no pudo saldar: no se puede seguir haciendo historia en oficinas cerradas a la gente. Sin embargo los revisionistas no diferencian entre las corrientes nombradas. Para ellos todo es "mitrismo" sin entender que el mismo lleva años "muerto" en la academia. Con historiadores que no se acercan a la calle para hablar de historia (salvo contados casos) y una crítica que, lejos de ser original es una repetición de discursos ya dichos, nuevas perspectivas más interesantes tienen que aparecer. Con estas nuevas premisas, podemos discutir entre todos y participar en un debate que lleva ya casi ochenta años.

Para leer más tenemos este dossier con diferentes artículos posteriores al decreto.

Para ver más:
Devoto, Fernando y Pagano, Nora; Historia de la historiografía argentina, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2009.

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